Campeones del Mundo

Reparación colectiva desde el potrero para un pueblo sufriente que no deja de gozar.

Estamos en el fin del mundo y, sin embargo, le tocamos el corazón a la mitad del planeta que la pasa mal o más o menos; la inmensidad humana que se sintió celeste y blanca.

Bangladesh, Calcuta, el Kurdistán, pueblitos y ciudades de Latinoamérica, árabes, libaneses y palestinos, napolitanos, griegos y turcos, entre otros.

La diáspora Argentina en Madrid, Barcelona, Sevilla, Jerez de la Frontera, Málaga, París, Roma, Berlín, mi amigo en Hamburgo, Londres, Miami, Nueva York, etc, etc, etc.

Fue (y es) un momento mágico. Solo el fútbol lo pudo hacer posible. Mezcla de arte, estrategia, transpiración, tradición milenaria de angustia y goce, deporte que cierra discusiones y abre polémicas. Deporte viviente que te toca el alma y te hierve la sangre.

Esta Selección fue la muestra. Por momentos, enviciada de buen futbol. Por momentos acorralada por fantasmas inmanejables.

Fue una lección para los que puteamos después del primer partido y un alivio para quienes exigimos la entrada de Enzo y Julián.

Pero además, aparecieron en silencio Mac Allister, Otamendi, Acuña,Tagliafico y Molina. Se le dio a El Mejor, fileteó El Fideo, se agrandó El Dibu, incansable y certero Julián, cerebral y decisivo Enzo.

Y al final descubrimos al pateador de penales infalible de Virrey del Pino: Cachete Montiel.

Gracias Scaloni, Aimar, Samuel y Ayala por no sobreactuar, por bancársela cuando la mano vino cambiada, por cambiar a tiempo sin traicionarse, por llorar, por asustarse, sin esconderse, por reponerse sin estridencias, por enojarse ante las exageraciones, por poner límites y respetar nuestra historia futbolera.

Gracias César Luis Menotti por apoyarlos cuando nadie creía en ellos y por contarles que nuestro fútbol es uno y no empezó ayer.

Gracias Muñeco por esculpir la trayectoria de Enzo, Julián, Montiel y Palacios que nos ayudaron mucho a llegar hasta acá.

Gracias a la hinchada más maravillosa y seguidora del planeta.

El potrero agradecido.

El Diego, don Diego y La Tota, felices.

Los futboleros/as hinchados de orgullo de pertenecer a la tribu más mágica del globo.

Desde el Fin del Mundo les decimos:

¡¡Salú y gracias!!

Sigamos disfrutando esa alegría que nace en las tripas, inunda el corazón, alivia el cerebro, retempla el espíritu y nos confirma que no hay fronteras para los que queremos un mundo más igual y más feliz.

Mañana seguimos las luchas por vivir mejor.

Hoy nos embriagamos de fútbol, hermandad y goce infinito por algo tan simple cómo una pelota tocando la red, un caño, una gambeta o la punta de los dedos atajando un penal.

Un acto mágico y vital en estado puro.

Autor: Rubén Ruiz Efemerides del Pelícano

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