El poder sobre la razón

El día 4 de diciembre de 2014 se recordará en la historia fueguina como el día en el que se sancionó la Ley de Educación Provincial. En el plano ideal, en el imaginario de todo hombre de bien, esta fecha debería ser recordada por todo el pueblo fueguino como el final de un recorrido en el que por fin, con autonomía provincial, con respeto por las opiniones diferentes, con los objetivos bien claros de hacia dónde queremos ir, con el delicado debate de argumentos llenos de razones; se plasmaría en esta Ley, el resultado de un trabajo serio, abierto a toda la comunidad, participativo y con el debido aprovechamiento de la riqueza de los aportes de los docentes, quienes día a día, trabajan en forma directa con la persona que es la principal destinataria de esta ley: el niño, el adolescente, el joven, el adulto y el adulto mayor que estudia.

Pero lamentablemente, esta no es la realidad que todos queríamos, que todos esperábamos.

Nada hay de autonomía provincial, ya que se aplica directamente el lineamiento nacional, sin tener en cuenta los regionalismos que nos identifican como fueguinos, donde el “copio y pego” es evidente en los artículos de la Ley.

Nada hay de respeto a las opiniones diferentes, porque se impuso por una parte de la Legislatura. Un sector político que no pudo lograr los consensos con el que tenía propuestas o posturas distintas. No respetaron las opiniones diferentes, ni hacia adentro del parlamento, ni hacia afuera. Porque de hecho, se aprobó en votación dividida, a puertas cerradas, sin estar en el orden del día, puesto sobre tablas, sin dictamen de comisión, sin que nadie conociera su contenido, sin tener en cuenta los aportes del Congreso Pedagógico Provincial que los docentes hicieron en dos jornadas de arduo trabajo. Los participantes de ese Congreso estaban verdaderamente preocupados por la educación pública e hicieron todos los esfuerzos por argumentar, debatir, disentir, intercambiar opiniones y llegar a consensos y elaborar un trabajo pedagógico envidiable para cualquier provincia de este país. La docencia fueguina, que tiene un alto grado de heterogeneidad pedagógica, política e ideológica, lo pudo hacer, ponerse de acuerdo, aún en las diferencias, para el beneficio del estudiante. Y se hizo en dos días. Lo que esta Legislatura no pudo hacer en tres años y lo que muchos de estos legisladores tampoco pudieron hacer en los 4 años anteriores de mandato.

Nada hubo de objetivos claros. No se ha puesto en debate, en esta Legislatura, hacia dónde vamos en materia de educación en Tierra del Fuego. No han quedado reflejadas cuáles son las particularidades que nuestro Sistema Educativo Fueguino tiene y cómo se atenderán.

Nada hubo de delicado debate lleno de razones. Sólo hubo una maniobra política maquiavélica para sancionar una Ley a cualquier costo, porque esta era la exigencia que la clase dirigente se había autoimpuesto. Se denostó el intercambio de ideas, haciendo como que se consultaba pero sin ni siquiera leer los aportes. Se les dijo a los dirigentes sindicales que estaban en el recinto y a los docentes que esperaban afuera que la Ley no se iba a tratar. Pero luego, cuando los docentes se retiraron, cerraron las puertas del Almirante, se acordonaron con brigadas antidisturbios y numerosos policías, para plantear un desconocido proyecto nuevo sobre tablas. Fue así que juntaron los dos o tres votos que faltaban y así, mal, parieron una Ley que regirá los destinos de la educación de nuestros hijos por muchos años.

Nada hubo de trabajo abierto y participativo ya que las consultas en las escuelas carecieron del tiempo suficiente y fueron direccionadas a trabajar sobre el proyecto oficialista, incluso enviando mails a los directivos para que no se trabaje sobre el proyecto del SUTEF. Por otro lado, las jornadas de consultas por ciudad, dónde podían participar padres, estudiantes, etc… fueron realizadas en horarios laborales. Esto hizo que sea imposible para el padre o madre de familia participar del evento, y más imposible para el estudiante, ya que estaba en clases. Los que le dieron contenido a esas jornadas fueron los docentes, que incluso tuvieron que recurrir a realizar una medida de fuerza para poder concurrir. Y se presentaron con masividad en las tres ciudades. Esos mismos docentes a los que engañaron el día de la sesión para que se vayan y no los dejaron entrar cuando ingresaron la ley sobre tablas. Y por último, los parlamentarios ni siquiera le hicieron una lectura rápida a los documentos del Congreso Pedagógico Provincial. Ese trabajo de una gran riqueza, que seguramente la docencia aprovechará, en la Legislatura pasó a ser un montón de papeles que ahora servirán vaya a saber uno para que fin.

Así se parió esta ley, desde el engaño, desde la mentira, desde la “rosca política”, desde el desprecio por el otro. Como broche de oro, un Legislador que impulsó y votó la ley, salió del Almirante tirándole besos a los docentes. Un gracioso, o mejor dicho, un mal educado que conspiró junto a otros parlamentarios mal educados y mal educadas para pergeñar una estrategia de engaños, incumplimiento de palabras y mentiras.

Desde el 4 de diciembre del 2014 el pueblo fueguino tiene una ley de Educación hecha por mal educados, gente sin palabra, sin principios, sin ley. Los ciudadanos de esta provincia hemos perdido otra vez la posibilidad de que el Estado haga las cosas como deben hacerse: bien.

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