21 años de la rebelión más importante de los últimos años en nuestro país.
Diez años de menemismo, quizás la versión más corrupta, destructiva, inmoral y vende patria que el neoliberalismo pudo descargar sobre el pueblo argentino, sirvieron para que gran parte de la sociedad, golpeada por el desempleo, la pobreza y la desesperanza comenzara un lento camino de auto organización en distintos niveles que iban desde la economía social hasta las redes de contención y asistencia que el Estado deliberadamente había abandonado, justificado en los principios ideológicos que aún hoy sustentan parte del discurso de la derecha que sostiene que el estado no debe intervenir en ninguna instancia de la vida social e individual de las y los ciudadanos y que es el mercado el que debe regular y ordenar las relaciones entre las personas.
De esta manera, la inacción del gobierno frente a la pobreza, el desempleo, la deserción escolar o la imposibilidad de un basto sector del pueblo de acceder a derechos esenciales como la salud, la educación o la seguridad resultan políticas razonables y hasta necesarias para que la economía funcione correctamente.
El rol de los economistas y sus recetas para resolver la macro determinó una serie de medidas que a repetición disparaban sobre la gente ajuste tras ajuste, se escuchaba todo el tiempo frases como “alguien tiene que pagar la fiesta” o hay que “honrar las deudas”, y el problema era el mismo que tenemos hoy, quieren que paguemos la fiesta los únicos que no fuimos invitados a la fiesta, quieren que honremos una deuda que es deshonrosa desde su nacimiento mismo.
En diciembre del 2001 era presidente Fernando De la Rúa (UCR), ya Carlos Alberto “Chacho” Álvarez (FREPASO) había renunciado a la vicepresidencia de la nación, y el gobierno de “La Alianza” (“La Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación” era una coalición política en el que se habían encontrado la UCR y una parte del peronismo) había definido un camino de profundización de las políticas que hambrearon y dejaron en la intemperie al pueblo argentino.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) presionaba desde el interior mismo de nuestro país para ajustar más el “gasto social”, y la reaparición de un personaje tan oscuro como Domingo Cavallo, con un plan económico que incluyó la expropiación de los ahorros que miles de argentinos tenían en los bancos fue el detonante para que el 19 y 20 de diciembre del año 2001 el pueblo argentino saliera a las calles al grito de “que se vayan todos” enfrentando con gran valentía el estado de sitio declarado por el presidente de la nación y al más infame aparato represivo con el que lamentablemente cuenta nuestro país, y que por desgracia no duda en obedecer las más inmorales órdenes que el poder de turno decrete.
Fueron días de tragedias inconmensurables, que marcaron de la peor forma a la sociedad argentina en general y las barriadas de muchas ciudades en particular. En Rosario, por ejemplo, la policía de la provincia de Santa Fe al mando del por entonces gobernador Carlos Lole Reuteman asesinó a sangre fría y en el interior de un comedor comunitario a Claudio “Pocho” Lepratti, militante social que estaba trabajando en el interior de un comedor infantil, y que ante la irrupción de la policía a los tiros, se paró frente a estos al grito de “bajen las armas hijos de puta, acá solo hay pibes comiendo” y como consecuencia de su pedido recibió un balazo de plomo en la faringe que terminó con su vida.
Por lo menos cuarenta personas fueron asesinadas durante el 19 y 20 de diciembre de 2001 en todo el país. Como consecuencia de la rebelión popular, De la Rúa renunció a la presidencia y huyó de la Casa Rosada a bordo de un helicóptero. Durante los días siguientes fueron nombrados cinco presidentes, y en el Congreso de la Nación se definió no pagar la deuda externa.
En medio del caos, de la desesperanza, de la muerte, fuimos capaces de organizarnos, sostenidos en vínculos de solidaridad y empatía, comedores comunitarios, guarderías, cooperativas de trabajo y hasta centros de trueque se multiplicaban por todas las provincias. Luchamos contra los ajustes y la pérdida de derechos, nunca nos rendimos y fuimos capaces de aplicar severas condenas sociales a las organizaciones y sus dirigentes, como así también a gran parte de la clase política nacional.
El poder judicial de nuestro país ha garantizado la impunidad de las y los responsables de tanta represión y muerte, pero también a los cómplices de tantos años de saqueo y entrega de nuestros recursos.
Verdad, memoria y justicia son principios que no estamos dispuestos a abandonar nunca, y en este sentido hay que decir que los tres poderes del estado tienen una gran deuda con el pueblo argentino.
NADA NI NADIE ¡¡¡SERÁ OLVIDADO!!!
Acosta, Graciela, 35 años.
Almirón, Carlos «Petete», 24 años
Álvarez Villalba, Ricardo, 23 años
Arapi, Ramón Alberto, 22 años
Aredes, Rubén, 24 años
Avaca, Elvira, 46 años
Avila, Diego, 24 años
Benedetto, Gustavo Ariel, 30 años
Campos, Walter, 17 años
Cárdenas, Jorge, 52 años
Delgado, Juan, 28 años
Enriquez, Víctor Ariel, 21 años
Fernández, Luis Alberto, 27 años
Ferreira, Sergio Miguel, 20 años
Flores, Julio Hernán, 15 años
García, Yanina, 18 años
Gramajo, Roberto Agustín, 19 años
Guías, Pablo Marcelo, 23 años
Iturain, Romina, 15 años
Lamagna, Diego, 26 años
Legembre, Cristian, 20 años
Lepratti, Claudio «Pocho», 35 años
Machado Graciela
Márquez, Alberto, 57 años
Moreno, David Ernesto, 13 años
Pacini, Miguel, 15 años
Paniagua, Rosa Eloísa, 13 años
Pedernera, Sergio, 16 años
Pereyra, Rubén, 20 años
Ramírez, Damián Vicente, 14 años
Rios, Sandra
Riva, Gastón Marcelo, 30 años
Rodríguez, José Daniel
Rosales, Mariela, 28 años
Salas, Ariel Maximiliano, 30 años
Spinelli, Carlos Manuel, 25 años
Torres, Juan Alberto, 21 años
Vega, José, 19 años
Villalba, Ricardo, 16 años.
Asesinados el 19 y 20 de Diciembre de 2001